ACERCAMIENTOS La música, el camino hacia la divinidad | Andrés Galindo


Aunque se trate de un motivo precristiano, la imagen de un mundo creado y sostenido por las notas musicales divinas ha cautivado durante mucho tiempo a hombres de todos los tiempos; acaso se trate del trance místico al que somos transportados al escuchar el sonido de nuestra música preferida, sea cual sea. Vale recordar las antiquísimas danzas rituales acompañadas de rudimentales instrumentos musicales con que las distintas culturas han invocado a sus respectivos dioses, sintiéndose el hombre en estrecho contacto con las más excelsas e incomprensibles fuerzas divinas.

Por muy disparadas que se juzguen las líneas anteriores, en la <<Oda a Salinas>>, del poeta español del siglo XVI Fray Luis de León, no estamos muy lejos de esa imagen de unión entre lo humano y lo divino a través del sonido de la música. Tal vez el mayor problema que enfrentamos en la exégesis de la oda es la inclusión de elementos no cristianos en el poema de fray Luis dedicado a su amigo, el músico Francisco Salinas. Necio sería seguir escandalizándose, hoy día, por el hecho de que en el poema se encuentren entremezclados elementos hebreos, helénicos y cristianos. Tal vez, durante la época del fraile salmantino, en realidad, esta curiosa mezcla no causara tanto revuelo entre gente letrada, ya que, después de todo, este sincretismo, bien referido por Catherine Swietlicki, obedece a una tradición cristiano-humanista, misma en la que hay que insertar la obra del poeta. Creo que para lograr un buen entendimiento del asunto, es totalmente necesario huir de vanos prejuicios que se ubican más allá de la obra poética.

Digo lo anterior impulsado por la impresión que me ha dejado la escasa búsqueda de fuentes que denota la lectura de Lumsden Kouvel a la “Oda a Francisco Salinas”. El problema de lectura es sobre la quinta estancia del poema.

Ve cómo el gran maestro,
aquesta inmensa cítara aplicado,
con movimiento diestro
produce el son sagrado,
con que este eterno templo es sustentado (vv. 21 – 25)

Todos los manuscritos, salvo el de la familia Quevedo, contienen esta estancia; hoy leemos el poema entero con estos versos, por lo demás centrales. El problema, en esencia, es que Lumsden Kouvel se ha dejado llevar por la opinión de Vossler sobre la originalidad de tal estancia; y es que durante mucho tiempo se le creyó apócrifa porque “no fue considerada en general como absolutamente ortodoxa” (citado en Lumsden 220). Y el autor de “El gran citarista del cielo” parece que no hace más que justificar prejuicios personales:

Al fin y al cabo la atrevida figuración de Dios como el gran citarista del cielo infundía miedo a los que vivían en la sombra creciente de la Inquisición. Incluso al mismo Fray Luis, o por lo menos a su copista, quizás les influiría este escrúpulo, ya que la estrofa se omitió en los manuscritos posteriores de la familia Quevedo (221).

El asunto es que Lumsden Kouvel no ha hecho un buen rastreo de este motivo que Alexander Roob, en Alquimia y mística, llama “la música de las esferas” (89 – 97). Lo cierto es que si bien en la oda lo que predomina es la imagen apolinea, tal imagen no lo es todo; además fray Luis no es el único que se preocupaba por tales temas, y no el único que podría tener tal interpretación de Dios. Ya antes he dicho que estos elementos paganos obedecen, más bien, a una intención sincrética de la escuela cristiano-humanista. El mismo fray Luis nos muestra la figura del Apolo cristianizado y forjador de la música celeste en otros dos poemas: “Canción al nacimiento de la hija del marqués de Alcañices”:

Y el rojo y crespo Apolo
que, tus pasos guiando, descendía
contigo al bajo polo,
la cítara hería… (vv. 31 – 34).
Y “A don Pedro Portocarrero [III]”:
La cana y alta cumbre
de Ilíberi, clarísimo Carrero,
contiene en sí tu lumbre
ya casi un siglo entero,
y mucho en demasía
detiene nuestro gozo y alegría:
los gozos, que el deseo
figura ya en tu vuelta y determina,
a do vendrá el Lieo,
de la Cabalina
fuente la moradora,
y Apolo con la cítara cantora (vv. 1 – 13).

Quizá en estos dos poemas no sea tan evidente la imagen, pero bien podemos darnos cuenta de que no era temor, por lo menos por parte del fraile, lo que lleva a la exclusión de la estancia del poema que tratamos. De hecho, Amado Alonso, da por sentado que, en el proceso de creación, la estrofa es posterior al resto de la composición. Esto quiere decir que el fraile, si descartamos la teoría de que la estancia es apócrifa, sintió la necesidad de completar con esos magníficos versos el poema dedicado a su amigo Salinas.

De cualquier modo, para terminar con la teoría de la estrofa apócrifa, podemos fijar por un momento la atención en la disposición estructural de la oda entera:

Tenemos diez estancias en total. En la primera y la décima se habla expresamente de la música de Salinas, y los efectos que ésta desencadena tanto en el ambiente como en el individuo:
El aire se serena
y viste de hermosura y luz no usada,
Salinas, cuando suena
la música extremada,
por vuestra sabia mano gobernada.
¡Oh! Suene de contino,
Salinas, vuestro son en mis oídos,
por quien el bien divino
despiertan los sentidos,
quedando a lo demás amortecidos.
En las estancias segunda y novena se trata del alma y lo mundano. Hay una llamada de atención sobre el alma que invita a reconducir los pasos hacia un origen divino, olvidando, así, todo bien material, que es causa de dolor:
A cuyo son divino
mi alma, que en olvido está sumida,
torna a cobrar el tino
y memoria perdida,
de su origen primera esclarecida.

A aqueste bien os llamo,
gloria del apolíneo sacro coro,
amigos a quien amo
sobre todo tesoro;
que todo lo demás es triste lloro.
En la tercera y octava estancias se trata del espíritu y los sentidos. Se puede observar una dualidad entre los valores terrenales y efímeros en contraposición a la verdad espiritual más allá de lo sensorial:
Y como se conoce,
en suerte y pensamiento se mejora;
el oro desconoce,
que el vulgo ciego adora,
la belleza caduca, engañadora.
¡Oh, desmayo dichoso!
¡Oh, muerte que das vida!¡Oh, dulce olvido!
¡Durase en tu reposo,
sin ser restituido
jamás a aqueste bajo y vil sentido!

En la cuarta y séptima estancia encontramos el tema del viaje aéreo y la navegación del alma humana a través de los acordes musicales:
Traspasa el aire todo
hasta llegar a la más alta esfera,
y oye allí otro modo
de no perecedera
música, que es de todas la primera.
Aquí la alma navega
por un mar de dulzura, y, finalmente,
en él ansí se anega,
que ningún accidente
extraño o peregrino oye o siente.

Y por último tenemos las dos estancias centrales con las cuales se completa la perfecta estructura simétrica; y en las que se muestra el clímax místico, el pleno contacto con lo divino a través de los sonidos armoniosos de la música:
Ve cómo el gran maestro,
aquesta inmensa cítara aplicado,
con movimiento diestro
produce el son sagrado,
con que este eterno templo es sustentado.

Y como está compuesta
de números concordes, luego envía
consonante respuesta;
y entrambas a porfía
mezclan una dulcísima armonía.

Como vemos, si la estancia quinta es posterior al resto de la escritura, ésta, al final, resulta imprescindible para la estructura total de la obra; necio sería pensar que de esto fray Luis no fue consciente. Es probable que el humanista salmantino, en su fuero interno, no encontrara las palabras adecuadas, los versos acordes, para concluir la obra dedicada a su buen amigo; y solamente pasado el tiempo encontrara la mejor forma de completar la lira. Parafraseando a Amado Alonso, la labor de fray Luis fue la de dar forma bien definida a un sentimiento de fraternidad.

Juan Francisco Alcina, en su edición de poesías de fray Luis de León, anota para esta quinta estancia un argumento que me parece contundente:

No creo que Fray Luis la quitara en una última redacción por contener imágenes excesivamente paganas. De hecho es una idea que utiliza Orígenes y otros padres de la Iglesia […] y el mismo Fray Luis no teme utilizar en su poesía conceptos platónicos sin mayor dificultad (83).

Por otro lado, la oda entera entronca perfectamente con la impresión que de la música tenía el mismo
Salinas, quien en 1577 publicara De musica libri septem. Salinas también sigue la idea pitagórica de la música de las esferas. La idea básica, según Alexander Roob, es esta:

La teoría de la armonía de las esferas se remonta al filosofo griego Pitágoras (570 – 496 a. C.) Mientras escuchaba en una forja los golpes de martillos diversos, le vino en mientes una leyenda de Yámblico, según la cual se pueden expresar los valores de los sonidos en relaciones cuantitativas, en números y en términos geométricos. Con ayuda de instrumentos de cuerda, descubrió la relación entre la frecuencia y la altura del sonido. Según Pitágoras, el mundo entero se compone de armonías y números. Tanto el alma microscópica como el universo macroscópico se articulan, según él, en proporciones ideales, que se pueden expresar con una secuencia de sonidos (90).

Con todo lo anterior, podemos suponer, al menos de primera mano, que es esta idea pitagórica la que se está moviendo, exclusivamente, en la oda. Pero la misma idea se puede encontrar en la tradición hebrea, como ya lo ha anotado Catherine Swietlicki:

Para los cabalistas, los himnos de alabanza cantados en armonía con la música divina de las esferas eran un punto de partida para una experiencia mística. Por lo tanto, cuando Fray Luis habla de un “apolíneo sacro coro” en su oda a Francisco Salinas, debemos recordar no solamente el uso que hace el fraile de la mitología clásica cristianizada, sino también debemos tener en cuenta los posibles aspectos hebraicos en sus transformaciones mitológicas (650).

Más aún, Alexander Roob, ha sido puntual en la lectura bíblica y ha recordado un pasaje del Génesis (4: 21) en que se cuenta que uno de los descendientes de Caín, Jubal, llega a ser patriarca de todos los tañedores de cítara y flauta. Fray Luis, sabio conocedor y afanado estudioso de la sagrada escritura, seguramente también recuerda este pasaje del Génesis.

Mi teoría al respecto es que el mecanismo para cristianizar todo elemento pagano era hacerlo corresponder con el texto bíblico, de tal suerte que hombres como fray Luis o Francisco Salinas pudieran seguir estudiando a los clásicos, y entenderlos como proféticos; es una manera de decir que Pitágoras no entra directamente en el canon cristiano precisamente por haber existido antes de Cristo; de haberlo hecho, sus ideas empatarían perfectamente con el canon cristiano. Hay que recordar que este tipo de filósofos es el que se encuentra en el purgatorio dantesco. Algunos años después de fray Luis de León, Johannes Kepler identificaría literalmente a Jubal con Apolo; también llegó a creer que bajo el nombre de Pitágoras se escondía nadie menos que Hermes Trismegisto, quien, como sabemos, ya tenía la idea de un sólo dios pleno y unívoco.

Así pues, podemos concluir, junto a Morales Gudmundson, que en fray Luis hay una nostalgia que se debe al deseo de un retorno a un estado que rebasa lo banal, lo terreno. Hay en la obra de Fray Luis una necesidad de un estado de paz al que hay que retornar, y para eso hay que recorrer el camino que lleva a una vida sosegada. Aunque la autora de aquel artículo no trata específicamente sobre la oda a Salinas, me parece correcta su argumentación sobre el camino hacia otro mejor estado de cosas que las que el hombre mundano vive. Morales Gudmundson recuerda tres tipos de camino: uno es el que se hace navegando, y en el cual, si no sigue la preceptiva cristiana, el hombre se hundirá irremediablemente.

Otro camino, digamos, es por tierra, y es la senda del señor; es una imagen, ante todo, Dantesca, pero que también se encuentra en las sagradas escrituras. Y el tercer tipo de camino se recorre por los aires; tal idea supone una ascensión del alma, justo como sucede en la oda que ahora estudiamos; una ascensión a través de la música extremada de Salinas que permite a “el alma, que en olvido está sumida”, aliviar esa nostalgia por lo divino y que “torna a cobrar el tino/ y memoria perdida,/ de su origen primera esclarecida” al llegar a una comunión con “el gran citarista del cielo”.

BIBLIOGRAFÍA

1. Alonso, Amado. “El ideal clásico de la forma poética”. Materia y forma en poesía. Madrid: Gredos, 1955. 33 – 60.
2. Colombí-Monguió, Alicia de. “Teoría y práctica de la poética renacentista: de Fray Luis a Lope de Vega”. Actas del VIII congreso internacional de hispanistas. T. II. Publicadas por A. David Kossof, José Amor y Vásquez, Ruth H. Kossof, Geofrey W. Ribbans. Madrid: Istmo, 1986. 323 – 331.
3. León, fray Luis de. Poesía. Ed. de Juan Francisco Alcina. 6ª ed. Cátedra Letras Hispánicas 184. Madrid: Cátedra, 1995.
4. ____. Poesías completas. Ed. Cristóbal Cuevas. Clásicos Castalia 262. Madrid: Castalia, 2001.
Lumsden Kouvel, Audrey. “El gran citarista del cielo: el concepto renacentista de la <<música mundana>> en la <<Oda a Francisco Salinas>> de Fray Luis de León”. Actas del VIII congreso internacional de hispanistas. T. II. Publicadas por A. David Kossof, José Amor y Vásquez, Ruth H. Kossof, Geofrey W. Ribbans. Madrid: Istmo, 1986. 219 – 227.
5. Morales Gudmundson, Lourdes. “La nostalgia y el camino: Fundamento cristiano-bíblico de la poesía original de Fray Luis de León”. Actas del VIII congreso internacional de hispanistas. T. II. Publicadas por A. David Kossof, José Amor y Vásquez, Ruth H. Kossof, Geofrey W. Ribbans. Madrid: Istmo, 1986. 345 – 352.
6. Roob, Alexander. “La música de las esferas”. Alquimia & mística. El museo hermético. Traducción de Carlos Caramés. Italia: Taschen, 2001. 89 – 97.
7. Swietlicki, Catherine. “Desde la mitología clásica al sincretismo renacentista: Apolo y Saturno en los versos originales de Luis de León”. Actas del IX congreso de la asociación internacional de hispanistas. T. II. Publicadas por Sebastián Neumeister. Frankfurd: Vervuert Verlang, 1989. 645 – 653.

ANDRÉS GALINDO. Hispanista por la Universidad Autónoma de México. Autor de Veinte poemas de la furia (Endora, 2010) y La oficina del olvido (Ediciones y Punto, 2015). En 2011 conoce el formato Slam Poetry y, desde entonces ha participado en el mismo, bien como poeta o como espectador. Actualmente escribe cuentos fantásticos, minificciónes y es aficionado a la fotografía.

Ilustración | Pinterest


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